jueves, 24 de marzo de 2011

Ejercicio (002C).

Ejercicio (002C).

Vamos a dar por terminados los ejercicios (002) y (002B) porque vía red se están complicando en demasía. Tenemos que simplificar al máximo el apartado del argumento que, si bien no es demasiado importante, si que resulta básico en la comprensión de otros tratamientos del relato.
El nuevo ejercicio que sustituye a los anteriores ve a ser más sencillo (espero), porque vamos a tratarlo al revés. Sobre un relato trataremos de lograr la extracción de un argumento lo más esquemático posible. Para ello nada mejor que utilizar un cuento infantil conocido por todos. Generalmente en este tipo de cursos suele usarse el cuento de “Caperucita Roja”, sin embargo en algunos de ellos aparecen ciertos problemas que nos llevarían al mismo callejón sin salida que ahora casi nos asfixia, por eso la sugerencia es: “Los tres cerditos”.
Si alguien tiene alguna duda sobre el cuento podemos esperar a la noche y contarlo antes de dormir… (es broma). Existen diferentes versiones del cuento (cosas de la tradición oral), pero sus diferencias son menores a las existentes en otros cuentos. En el raro caso de que alguien no conozca el cuento siempre puede recurrir a nuestro amigo “San Google” que nos llevará a más de una versión del mismo. Y es que a los amigos de la red les encantan los cuentos infantiles… prefiero no buscar explicaciones a eso.
Bueno, ahí queda eso. Espero que esta vez no tengamos tantos problemas.

sábado, 19 de marzo de 2011

El punto.

Punto.

El punto separa oraciones y estas pueden estar relacionadas, pero no de un modo inmediato. Tenemos que ser conscientes de la sutil diferencia, pues, que hay entre coma, y punto y coma, y también la diferencia entre el punto y coma, y el punto. Esa sutileza permite que cada autor personalice con mayor o menor severidad en el tratamiento gráfico d sus pausas.
Todos conocemos la existencia de dos tipos de puntos: el punto y seguido y el punto y aparte (o punto y final). Siempre que vayamos exponiendo frases dentro de una línea lógica, estas se separan preposiciones, conjunciones, con comas, puntos y comas o, como mucho, punto y seguido. Pero cuando la línea de argumentación,  o narración, se corta, lo hace mediante el punto y aparte. Cerrando así lo que se denomina un “párrafo”, porción de texto con sentido completo.
Cuando un párrafo es el último del texto, el punto y aparte pasa a denominarse punto y final.
Tenemos que insistir en la ambigüedad que supone puntuar, sin embargo, dentro de esa libertad tenemos que mantener una coherencia personal en el uso de los signos de puntuación. Como siempre, leer mucho nos puede ayudar, pero hay que ser consciente que cada autor puede tener una concepción ligeramente diferente de esa práctica, pero a pesar de ello siempre hay límites que no se deben sobrepasar. Desgraciadamente también existen los errores tipográficos. A ese tema también tendremos que dedicar un apartado.
Excepcionalmente no pondré ningún ejercicio ni ejemplo porque todo el texto es lo primero. Creo que son tres los errores claros y seis los susceptibles de interpretación.
¡Buena suerte!

miércoles, 9 de marzo de 2011

Ideas (II)


En ocasiones no se me ocurre nada que escribir. Tengo tiempo libre para dedicar a una de mis aficiones más placenteras, pero no tengo ninguna idea que valga la pena. Si mi vida dependiera de que escribiese algo en ese momento, seguramente lo haría, pero estoy seguro, también, de que sería un texto que no me satisfaría. Por eso, cuando no tengo ganas de escribir hago lo más sensato: otra cosa.
El cerebro tiene una forma de funcionar muy caprichosa, porque acostumbra a establecer relaciones con lo que oímos, vemos o sentimos, en cada momento. Pero muchas de esas relaciones pasan raudas por nuestra mente y desaparecen para siempre, a no ser que las detengamos y las plasmemos en una hoja de papel antes de olvidarlas. Esa es la razón por la que recomiendo llevar una pequeña libreta y un bolígrafo siempre encima. Un amigo llevaba una pequeña grabadora, pero si ya has de luchar con las miradas inquisitivas de la gente cuando te pones a escribir en un ascensor, en un autobús, o en medio de la calle, imagínense hablándole a una grabadora. Eso sin contar que la vergüenza te obliga a bajar el volumen de la voz y los ruidos del entorno tienden a dominar la grabación final. Después de siete historias perdidas entre el sonido del tráfico, mi amigó cambió su grabadora por la libreta.
Personalmente la libreta la llevo hasta la mesita de noche y, aunque a mi mujer no le gusta ni un pelo que la despierte encendiendo la luz para tomar unas notas, reconozco que los sueños son la mejor fuente de ideas e inspiración que conozco.
De todas formas, en las últimas semanas, únicamente por una cuestión solidaria (que nadie vaya a pensar nada raro), he decidido no soñar.
Pero respecto a la libreta ya hablamos hace un par de semanas. La cuestión es pensar en lo que hacemos cuando se nos acumulan veinte o treinta libretas. Ahora pensemos otra vez en ese instante en que nos encontramos con tiempo libre, una hoja en blanco y carencia de buenas ideas. Este es el instante en que desempolvamos una de esas viejas libretas y rebuscamos entre lo absurdo y lo gracioso. Puedo garantizaros de que en treinta minutos ya estáis escribiendo una buena historia. Pero, ¿y si tenéis más tiempo que libretas? Bueno, entonces podéis coger una de esas libretas de uso público que llaman periódicos. Mi consejo es que es saltar las secciones de deportes y política y os centréis en sucesos y anuncios por palabras. No es tan útil como la libreta propia, pero se pueden extraer grandes ideas de ambas secciones, sobre todo de los anuncios laborales, si es que os gustan los temas de humor… o de terror.
Un último recurso inspirador, pero que no funciona con todos los escritores por igual, es la música. De todas formas, de vez en cuando, dejarse llevar por temas musicales de diferente índole, puede ser un buen experimento.