viernes, 28 de enero de 2011

El verso.

¿Recordáis lo que os enseñaban en el colegio sobre la poesía? Seguramente hay una espesa niebla que cubre aquella información. Es posible que recordáis aquello de la métrica, la rima, las figuras literarias. Estoy seguro de que las metáforas viajaron con vosotros en el tiempo. En ocasiones os descubrís confundiéndolas con las comparaciones… ¡Ah! ¿Tú, no?... Pero seguro que los demás sí. Y eso que muchos hemos seguido perpetrando, con mayor o menor éxito, algunos versos aquí y allí.

Por aquel entonces nos decían que la poesía estaba dividida en tres grandes ramas: la épica, la dramática y la lírica. Si tenéis unos cuantos años más y estudiasteis en España, seguramente os colaron otra rama más: la mística. Pero, cuando intentaban nombrar autores que cultivaran esta variante del camino, decían Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz y luego, como mucho, decían San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús. Y si algún chaval avispadillo le decía al padre dominico de turno, “vale, ¿pero hay alguien más?” el hombre, huyendo de la pregunta, contestaba, “¡le parece poco, Gutiérrez!

Hay que reconocer que ambos santos hicieron grande la poesía mística. Tan buenos fueron que algún ateo se vio tentado de creer, pues tan gloriosa era la poesía que sólo le faltaba ganar el cielo. Pero no fueron los únicos, ni tan solo los primeros. Lo que ocurre es que es que al pater se le trababa la lengua si hablaba del medieval Raimundo Lúlio, ya que bajo ningún concepto diría Ramon Llull. Entonces, el pobre padre, se acordaba de Fray Luís de León. El dominico, que conocía mejor los textos sagrados que los literarios, no sabía hablar de otros poetas que ocasionalmente pudieron acercarse a este tipo de poesía, ya fuese en otras lenguas, como Mossén Jacint Verdaguer (finales del siglo XIX y comienzos del XX) o, incluso, los que versaron su misticismo fuera de los ámbitos del catolicismo romano, como Ibn Arabi o Omar al-Jayyam. De todas formas, en el libro de texto solo se podían encontrar los citados por el padre dominico.

Ya supondréis que con tan poca carga no se podía hablar de una verdadera rama poética y en años posteriores los libros de texto la incluyeron como una parte de la lírica.

Si vamos a hablar de poesía de una forma práctica, tendremos que escarbar entre las nubes de nuestra memoria y refrescar algunas palabras como verso.

Verso es un conjunto de palabras que constituye la unidad de medida y cadencia.

Etimológicamente hay dos opiniones sobre el origen de la palabra. Para unos “verso” quiere decir, simplemente, línea escrita, pero otros hablan de movimiento de las palabras. Nosotros nos quedaremos lo que nos es más útil. Diremos que verso es un conjunto de palabras, generalmente en una única línea, que se relacionan con otros similares, mediante unas ciertas reglas, para formar un poema.

Quién pudiera como tú

a la vez quieto y en marcha,

cantar siempre el mismo verso

pero con distinta agua.

(Gerardo Diego, “Romance del Duero”).

En esta estrofa de Gerardo Diego tenemos cuatro versos que se relacionan de tres maneras: por la rima (asonante: - A – A), por la métrica (octosílaba) y por la lógica (conforman una sola frase). Pero si es una única estrofa, ¿cómo se relaciona con el resto del poema? Simplemente por el sentido. Algo tan simple y, en apariencia, tan poco convincente. Sin embargo, cuando vemos un poema todos somos capaces de reconocerlo… ¿Siempre?... En la imagen podemos ver un caligrama de Apollinaire. También se les considera poemas.


Imagen extraída de la web www.thales.cica.es


Ya hemos definido verso, pero hemos utilizado para ello rima y métrica que si bien sabemos utilizar perfectamente, en el fondo no tenemos tan claro que son. Pero averiguarlo ya será tarea de otro día, no vayamos a saturarnos nada más comenzar.


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