miércoles, 9 de marzo de 2011

Ideas (II)


En ocasiones no se me ocurre nada que escribir. Tengo tiempo libre para dedicar a una de mis aficiones más placenteras, pero no tengo ninguna idea que valga la pena. Si mi vida dependiera de que escribiese algo en ese momento, seguramente lo haría, pero estoy seguro, también, de que sería un texto que no me satisfaría. Por eso, cuando no tengo ganas de escribir hago lo más sensato: otra cosa.
El cerebro tiene una forma de funcionar muy caprichosa, porque acostumbra a establecer relaciones con lo que oímos, vemos o sentimos, en cada momento. Pero muchas de esas relaciones pasan raudas por nuestra mente y desaparecen para siempre, a no ser que las detengamos y las plasmemos en una hoja de papel antes de olvidarlas. Esa es la razón por la que recomiendo llevar una pequeña libreta y un bolígrafo siempre encima. Un amigo llevaba una pequeña grabadora, pero si ya has de luchar con las miradas inquisitivas de la gente cuando te pones a escribir en un ascensor, en un autobús, o en medio de la calle, imagínense hablándole a una grabadora. Eso sin contar que la vergüenza te obliga a bajar el volumen de la voz y los ruidos del entorno tienden a dominar la grabación final. Después de siete historias perdidas entre el sonido del tráfico, mi amigó cambió su grabadora por la libreta.
Personalmente la libreta la llevo hasta la mesita de noche y, aunque a mi mujer no le gusta ni un pelo que la despierte encendiendo la luz para tomar unas notas, reconozco que los sueños son la mejor fuente de ideas e inspiración que conozco.
De todas formas, en las últimas semanas, únicamente por una cuestión solidaria (que nadie vaya a pensar nada raro), he decidido no soñar.
Pero respecto a la libreta ya hablamos hace un par de semanas. La cuestión es pensar en lo que hacemos cuando se nos acumulan veinte o treinta libretas. Ahora pensemos otra vez en ese instante en que nos encontramos con tiempo libre, una hoja en blanco y carencia de buenas ideas. Este es el instante en que desempolvamos una de esas viejas libretas y rebuscamos entre lo absurdo y lo gracioso. Puedo garantizaros de que en treinta minutos ya estáis escribiendo una buena historia. Pero, ¿y si tenéis más tiempo que libretas? Bueno, entonces podéis coger una de esas libretas de uso público que llaman periódicos. Mi consejo es que es saltar las secciones de deportes y política y os centréis en sucesos y anuncios por palabras. No es tan útil como la libreta propia, pero se pueden extraer grandes ideas de ambas secciones, sobre todo de los anuncios laborales, si es que os gustan los temas de humor… o de terror.
Un último recurso inspirador, pero que no funciona con todos los escritores por igual, es la música. De todas formas, de vez en cuando, dejarse llevar por temas musicales de diferente índole, puede ser un buen experimento. 

5 comentarios:

  1. Que razón tienes con lo de los sueños. Yo creo que necesitaría un secretario de sueños. Cuando sueño veo la historia y me mola, pero no me puedo levantar, normalmente, y luego no me acuerdo.
    Lo de la música funciona bastante bien conmigo. Es fuente de inspiración.

    PD: Estoy muy, pero que muy liado y creo que no podré con la práctica 002B. Empecé a escribirla a ratos libres, pero no la he acabado.

    Saludos

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  2. Aunque la pregunta parezca tonta, ¿que tengo que hacer para hacer o seguir este curso de escritura? ¿y por donde empieza (ya ves que llego a las tantas)?

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  3. Sólo es cuestión de seguir los pasos establecidos en los primeros artículos. Si además quieres participar en el taller de escritura (asociado al segundo blog) sigue los pasos que también se mencionan. Si aún te quedan dudas después, cosa bastante habitual, puedes hacer las preguntas que consideres necesarias en mi correo vhonkhamy@gmail.com y te guiaré con gusto.
    Por cierto, en el taller de escritura aún estamos en el segundo ejercicio y vamos despacio, por lo que no te costará ponerte al corriente.

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  4. ¿Cómo puedo contactar con Vicente?

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