jueves, 10 de febrero de 2011

Técnicas: presentación.

PRESENTACIÓN TÉCNICAS

Los oficios de escritor son muchos y muy diferentes, pero los escritores creativos (novelistas, poetas, publicistas, cuentistas, dramaturgos, guionistas…) tienen que tener una cosa en común: el deseo de escribir. Según Gabriel García Márquez el verdadero escritor tiene que llevar algo de escritor dentro de sí desde que nace. Yo no puedo estar de acuerdo con él, porque por más que me he rebuscado por todas partes no he encontrado nada en mí. Por no tener no tengo ni plumas, pero sigo convencido de que soy escritor incluso cuando duermo. Tal vez nunca me haga rico con esto, incluso es posible que nunca vea una de mis obras en el escaparate de una librería, pero aún así soy escritor por una única razón: porque quiero.

Y eso es lo que espero de todos los que ahora iniciáis este curso, que queráis escribir. Poco importa el estilo o el nivel de conocimiento. Por ahora lo único que importa es el deseo. Si este existe lo demás ya lo dirá el tiempo que es el que, en último término realmente nos juzga. Pero hoy vamos a disfrutar de nuestro deseo. Da igual si empezáis ahora o tenéis gran parte del camino ya andado, ahora sólo debe importar el deseo de escribir.

Supongo que todos recordáis lo que contestasteis a la pregunta de qué esperabais de este curso. No todos especificasteis que deseabais escribir, así que preguntaos a vosotros mismos si deseáis escribir y si la respuesta es afirmativa… ¡adelante!

En el apartado de técnicas veremos algunas estrategias y secretos que nos permitirán ir mejorando nuestra escritura y perfeccionando nuestra personalidad como escritores. Y el primer secreto, que seguramente todos ya conocéis, es que “a escribir se aprende escribiendo”.

Muchos de nosotros hemos practicado la escritura y hemos terminado abandonando nuestros textos en un rincón y avergonzándonos de ellos. Y eso, el avergonzarse, es un error. Por muy mal que creamos que puede estar aquello que un día escribimos, seguro que también posee cosas buenas. Es hora de rescatar los folios olvidados en la carpeta del desván y empezar a mirarlos con un ojo crítico, pero constructivo. El mismo Juan Ramón Jiménez, que era un perfeccionista, repudiaba gran parte de los poemas que iba haciendo y los tiraba a la papelera. Según dicen, su esposa los sacaba de allí, estiraba las hojas y se los volvía a poner sobre la mesa. De tanto en tanto, uno de aquellos poemas perdidos cambiaba una palabra aquí, una metáfora allá, y terminaba siendo una obra que enorgullecía al autor. A la muerte de esta, tres días después de que se conociera que le habían otorgado el Nobel de literatura, dicen que dijo: “¿Quién salvará ahora mis horas?”. No esperemos a que otro lo haga por nosotros y salvemos hasta nuestro último minuto.

No nos deshagamos de nuestro trabajo, tal vez mañana sepamos darle el brillo que deseamos para él. Y recordad que para escribir sólo hace falta un lápiz, un papel y el deseo de hacerlo.

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